Vamos a estar claros, los hermanos siempre pelean, es algo hasta cierto punto natural, como puedes imaginar en mi familia no fue distinto, en nuestra casa solo éramos mi hermana y yo, así que la verdad que las peleas eran bastante frecuentes, primero porque pasábamos mucho tiempo solos y segundo porque ella me lleva cinco años, así que mientras yo era un cararijo aún, ya mi hermana estaba entrando en la adolescencia, así que la verdad no teníamos mucho que compartir, si a eso le sumamos el hecho de que mi mama siempre le decía que ella iba a salir me tenía que llevar, bueno, se podrán imaginar que esos momentos siempre eran el preludio de una pelea.
Antes de contarte del día en que me creí Bruce Lee y terminé como Bart Simpson, permite que te cuente un detalle que es muy relevante, mi hermana sacó la mano pesada de mi abuela, que dios la tenga en la gloria, cuando hablo de la mano pesada a que me refiero, bueno tanto mi abuela como mi hermana solo con darte una palmadita en la espalda (como ellas decían), podían literalmente sacarte el aire de los pulmones, y cuando les decías algo como “coño me vas a sacar los pulmones” siempre su respuesta era, “pero si apenas te toque, tu si exageras”, como se podrán imaginar, con semejante fuerza y cinco años más que yo, la verdad es que yo no ganaba muchas peleas, para ser franco creo que no gane ninguna pelea, eso sí, acumule experiencia, llevando coñazos, porque la verdad siempre terminaba más golpeado que el saco de boxeo de Mike Tyson.
Ahora bien, retomando el relato del día en cuestión, si me preguntas porque inicio la pelea, la verdad es que no lo recuerdo, solo se que termino como siempre, yo en el piso, coñaceado, mientras mi hermana se retiraba victoriosa, manteniendo su invicto, en ese momento me di cuenta que si no hacia algo, siempre sería su saco de boxeo, así que pensé “me tengo que vengar de esa coño de madre”, me levanté sin hacer ruido y fui a su cuarto, y allí estaba, sentada en el borde de la cama, regodeándose de su victoria, la verdad la sangre me hervía.
Así que tome, lo que a mis 8 años pensé que era la decisión más acertada, me acerque en silencio me monte en la cama y le di una patada en la espalda (esa es la parte cuando me creí Bruce lee), pero la verdad no lo pensé muy bien, el apartamento estaba cerrado y no tenía a donde escapar.
Hice lo único que podía hacer en ese momento, correr por mi vida, tenía la certeza de que mis días estaban contados, cuando me agarrara, y sabía que lo haría me daría otra coñaza, sin embargo, note algo diferente, en esta ocasión resulta que no me estaba persiguiendo, salí de su cuarto, llegue a la sala, me refugie detrás del mueble, pero ella nunca salió, como es lógico después de semejante patata que le di a traición, me preocupe, así que decidí ver qué le sucedía.
Me asomo en su cuarto con mucho cuidado tratando de que no se diera cuenta que estaba allí, y la observo sentada en el mismo sitio donde le di la patada, no hacía ruido, no se quejaba, solo estaba sentada allí con la mirada perdida, así que decidí acercarme, obviamente estaba preocupado, y cuando supe que ella sabía que yo estaba en el cuarto, salí corriendo de nuevo, pensando que en esta ocasión si me iba a perseguir, pero nuevamente llegue al mueble y ella no me estaba persiguiendo.
La verdad en ese momento estaba poco más que angustiado, sabia de buena mano que le gustaba darme mis coñazos, ya que yo siempre le metía chisme a mi abuela, la llamaba y le decía “abuela mi hermana no me quiere hacer mi café con leche” y mi abuela como toda superheroína me decía, “pásale el teléfono a tu hermana” y le formaba aquellos peos porque ella no me hacía el café con leche, así que sabía que la venganza corría por sus venas.
Decidí en ese momento acercarme nuevamente a su cuarto a ver como estaba, me asomo con cuidado, pendiente de que no me vea, resulta que estaba allí, en el mismo lugar, sentada en el borde de la cama, sin hacer ningún gesto, sin gritar de dolor, solo allí, sentada, la verdad ya en ese momento mi nivel de preocupación se había incrementado al extremo, así que decidí acercarme un poco más, me puse justo en frente, ella aún inmóvil con la vista perdida y la verdad, casi lloro en ese momento, pensé que la había lastimado seriamente.
Sin embargo, ese fue mi error, ella siempre conto con mi preocupación, y cuando estuve tan cerca que me pudo agarrar, me puso las manos en el cuello mientras me decía “Coño e madre me dolió esa patada (ese fue el momento en que termine como Bart Simpson), lo que empezó como un intento de venganza de mi parte, termino con ella erguida con una victoria más, manteniendo su invicto.
Rogelio Castellanos
Psicólogo
Deja una respuesta